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Jorge L. Borges |
Las "Obras
Completas" de Jorge Luis Borges ((ver)) están publicadas en cuatro volúmenes.
Esto es un testimonio. Como lo es indicar cuantas hojas o capítulos componen su
finita extensión.
La lectura directa
de sus escritos, sin embargo, puede dejar impresiones muy dispares y de
extensiones insospechadas. Dependen, en mucho, del ánimo con que se avanza por
los laberintos intelectuales que su pluma propone.
Certeza y
expectativa. Es "Borges", sí, pero tengo para mí –y creo que puede
compartirse– que tras su nombre se descubre belleza en la figuras que emplea;
información en los datos que trasunta y un prístino y ocurrente razonamiento
consecuente. Sin dudas se avizora profundidad en las reflexiones, pero también
preguntas y más expectativas. ¿Sorpresa? Sí, basta empezar a leer para rendirse
al impulso de ir hasta el párrafo final sin trashojar.
No es objeto de la
presente aproximación el exhaustivo repertorio de sus logros, sino brindar
impresiones, pinceladas subjetivas, quizás tan generales como azarosas.
En concreto no hay
"una" línea, hay muchas para seguir. Poesía y ensayos, cuentos y
relatos, conferencias y prólogos. Enumeración. Uno de sus recursos.
Seguramente hay
más, mejores explicaciones de lo que Borges representó y representa. Este
esquicio, breve, sucinto, es, se insiste, una descripción personal y limitada sobre la estrella en el
firmamento de las palabras argentinas.
Veamos un ejemplo
sobre la muralla y los libros. Debe tenerse presente que tal es el título con
que Borges inaugura el libro "Otras inquisiciones" (1952), integrado
al tomo II de las citadas "Obras Completas".
Y Borges
dice:
"Leí, días pasados, que el hombre que ordenó la edificación de la casi infinita muralla china fue el primer Emperador, Shih Huang Ti, que asimismo dispuso que se quemaran todos los libros anteriores a él. Que las dos vastas operaciones -las quinientas o sescientas leguas de piedra opuestas a los bárbaros, la rigurosa abolición de su historia, es decir del pasado- procedieran de la misma persona y fueran de algún modo sus atributos, inexplicablemente me satisfizo y, a la vez, me inquietó... Históricamente -agrega- no hay misterio en las dos medidas. Contemporáneo de las guerras de Anibal, Shih Huang Ti, rey de Tsin, redujo a su poder los Seis Reinos y borró el sistema feudal; erigió una muralla, porque las murallas eran defensas; quemó los libros, porque la oposición los invocaba para alabar a los antiguos emperadores. Quemar libros y erigir fortificaciones -concluye- es tarea común de los príncipes; lo único singular en Shih Huang Ti fue la escala en que obró..."
Luego formula el
ensayo de explicación de esos hechos, del que tomaré algunas frases necesarias:
· todas las cosas
quieren persistir en su ser.
· el emperador
destruyó los libros por entender que eran libros sagrados, o sea libros que
enseñan lo que enseña el universo entero o la conciencia de cada hombre.
· su virtud puede
estar en la oposición de destruir y construir, en enorme escala.
· todas las formas
tienen su virtud en sí mismas y no en su "contenido" conjetural.
Y cierra y rubrica
con estas reflexiones:
"…todas las artes aspiran a la condición de la música, que no es otra cosa que forma. La música, los estados de felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es, quizá, el hecho estético"
Ahora pienso, trato de olvidar las
diferencias, y generalizo. Persistir, destruir, construir, enseñar; conciencia,
virtud y conjetura, ¿qué quiere (puede) decirnos Borges con esta relación? Me
parece que el hecho estético, la apreciación de la belleza de algo, si cabe,
debe buscarse en el contenido conjetural de las formas, en lo que creemos que
es o puede ser.
Cambio el orden: destruir, construir, conciencia,
persistir, conjetura, enseñar y virtud. Y encuentro un mensaje oculto. Creo,
quiero creer, que Borges a su modo nos revela el ciclo de la vida; desde la
virtud de las formas, nos enseña lo que es o puede ser la sustancia...
Pongámoslo de esta manera: destruir la soledad hasta construir la unidad, consciente de las promesas compartidas y sin buscar soluciones a la continuidad. Puede decirse que sólo valorando estos acontecimientos creo –quiero creer– que se impone la virtud.
Ver, también en reflexiones desde el derecho: "Borges: Sobre los clásicos laberintos".
Ver, también en reflexiones desde el derecho: "Borges: Sobre los clásicos laberintos".