13 de noviembre de 2014

Conflicto y derecho, historia y realidad

a) Conflicto y derecho:  En un principio era el conflicto. La razón de la fuerza (poder) dominaba las relaciones entre los hombres. Su ejercicio representaba el único límite a los impulsos naturales que invocaba cada individuo (libertad), para justificar la satisfacción de sus necesidades (interés) de la manera más completa posible

Luego, en la evolución del pensamiento y de las relaciones sociales, aparece el derecho, que como producto cultural y teleológico permite el control social (Lloyd) en pos de una armonización de los términos: poder y libertad, en tensión. Esto con el fin de que puedan coexistir los “proyectos vitales” (satisfacción de necesidades) de los distintos individuos que componen una sociedad, en un tiempo y lugar determinado. 

b) Las luchas sociales: Esa coexistencia, no obstante, dista de ser pacífica o una cuestión superada. La “realidad” en rigor: cada época presenta ejemplos elocuentes de conflictos y de las soluciones pergeñadas.

La abolición de la esclavitud y de la servidumbre, por ejemplo, y aún la libre disposición de la propiedad o la libertad de la industria, significaron cambios trascendentes para la vida de las personas. De la misma manera, la libertad de conciencia y de expresión permitieron afirmar un ámbito de discusión esencial para el desarrollo individual y social. Y todo ello ha sido alcanzado luego de intensas “luchas”, que duraron siglos; y que, mal que nos pese, aún  se reeditan o subsisten con nuevos ropajes conceptualmente demodé. 

La “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” de 1789, y también la historia de nuestro desarrollo constitucional, en una síntesis de nuestras humanas aspiraciones, ratifican esta afirmación de permanente lucha por el derecho (Ihering).

c) Las ideologías: Distintas “ideas” políticas, con trascendencia jurídica y económica, han justificado (y justifican) diferentes variaciones de la fórmula poder-libertad (Gordillo). Para satisfacer la extensión de esta nota basta saber, con fines prácticos, que pueden advertirse por lo menos dos situaciones: una anterior al movimiento constitucionalista y otra posterior a este.

Historia: tantas palabras como colores
Así, gobiernos teocráticos, monarquías, democracias, socialdemocracias, corporativismos, etc., han marcado un paulatino –y no siempre pacífico o unidireccional progreso de la conciencia individual y social. A partir de ello se puede reconocer un desplazamiento del poder desde el soberano hacia los individuos, con el consecuente incremento de la libertad de éstos (Guastini). Aunque muchas veces el fluir de la historia invierta circunstancialmente la ecuación.

d) La realidad: Nuestro sistema de gobierno, traducido en una constitución formal emanada de la “nación” (conformada ésta por un conjunto de minorías tan yustapuestas como variables en sustancia), es institucionalmente representativo, republicano y federal. Reconoce los derechos fundamentales de los hombres (libertad, propiedad, seguridad, igualdad, etc.) y prevé un conjunto de garantías individuales y sociales para favorecer su desarrollo, no lo contrario (Bidart Campos). La base ideológica histórica que justifica este orden de distribución de poder-libertad, es múltiple: liberal-individualista y cristiano; y por esto con pinceladas, a su vez, de Estado social de derecho (Sagüés) ((ver)).


Esta es, sintéticamente, mi visión del juego social ((ver)), su marco teórico y práctico.
Conceptos: conflicto, poder, libertad, necesidades, interés, satisfacción,  bienes, derecho, control social, lucha, proyecto vital, ideología, desarrollo, progreso, constitución, gobierno, garantías.

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